
Nuestra
Constitución Política garantiza el
derecho al trabajo, el cual es
objeto de atención prioritaria del Estado y afirma que ninguna
relación laboral puede limitar el ejercicio de los
derechos constitucionales, ni desconocer o rebajar la
dignidad del trabajador (artículos 22ª y 23ª).
Además establece la
prioridad del
pago de la remuneración y de los
beneficios sociales del trabajador sobre cualquiera otra
obligación del empleador, así como deja establecido el
derecho a descanso semanal y anual remunerados (artículos 24ª y 25ª).
La
igualdad de oportunidades sin discriminación, protección contra el despido arbitrario, así como los derechos de sindicación, negociación colectiva y huelga, son establecido en los artículos 26ª, 27ª y 28ª.
“Un gobierno de Unidad Nacional será más de lo mismo” dijo
Alan García refiriéndose a los
temas laborales. Los peruanos no podemos olvidar las
promesas incumplidas hasta la fecha, formuladas por nuestro actual presidente, durante su campaña por su segundo gobierno.
No podemos olvidar la promesa que nos hizo a todos los peruanos de
erradicar gradualmente los “services” porque son
“una forma infame de explotación al trabajador peruano”. Hoy pareciera que se ha dedicado a
promover el desarrollo de los “services”, porque se han multiplicado en número y se ha constituido en un
peligroso factor de marginación y explotación social del trabajador.En el
último trimestre de 2009, para evitar la satanización a su gobierno por la
proliferación en el sector público de los SNP (Servicios No Personales) promulgó una ley de creación del
régimen laboral “RECAS” (Régimen de Contratación Administrativa de Servicios), una suerte de
“mixtura de SNP con algún régimen similar con retaceos y parches a la diabla”, es decir otra forma grosera y desleal de
explotación al trabajador peruano. Los
beneficios sociales siempre estarán del lado del
trabajador nombrado, pero
alejado del contratado. Las oportunidades de ascenso siempre serán negadas al contratado, serán
privilegio de los nombrados.
Se ha corroborado que en varios
centros laborales peruanos (minas, fábricas, ministerios, empresas públicas, etc.) que el mismo trabajo en las mismas condiciones y por los mismos profesionales, pero en distintos regímenes de trabajo (nombrados y contratados), existe una tremenda
diferencia (hasta 5 veces) en cuanto a
remuneración. Esto es, en una mina, un técnico contratado por
un “service” gana entre 800 y 1,200 nuevos soles. El mismo trabajo en la misma mina por un técnico con similar calificación, pero contratado directamente
por la mina, ganaría 4,000 y 6,000, aparte de seguros, vacaciones y derecho a ascensos.
Caso similar sucede en el propio
sector público ó
ministerios. Un profesional contratado bajo el
régimen “RECAS” gana entre
1,700 y
2,500 soles, con derecho a sólo
15 días de vacaciones y
marginado de ascensos y
marginado en distintos aspectos como ascensos, menores viáticos, sin seguro médico, sin fondos de estímulos, etc. En cambio, el
profesional nombrado (CAP), que realiza la misma función, tiene el mismo título y el mismo tiempo de servicios,
gana entre 3,400 y 6,000, aparte de todos los beneficios que les son negados al trabajador contratado bajo las modalidades SNP y RECAS.
Pareciera ser que
Alan García y sus asesores han implementado estos regímenes laborales para
“marcar con más nitidez” las
diferencias entre peruanos. Esta afirmación tiene asidero por cuanto en los propios centros laborales, ministerios, etc., el
clima laboral entre los trabajadores de diferentes regímenes laborales es un
desastre, por las razones expuestas. La
brecha de diferencias entre los
niveles remunerativos correspondientes es simplemente el
trofeo a la injusticia social. Algo por lo que
Víctor Raúl Haya De La Torre (principal mentor de Alan García) lucharía sin cesar hasta lograr un acercamiento al
equilibrio o justicia entre peruanos.
Probablemente, esta forma de marginar al trabajador peruano no sea la voluntad de nuestro presidente Alan García, pero sí es el resultado a la vista de todos los peruanos. Alguien me enseñó que “en política, las cosas se miden por resultados”.
Pero tampoco podemos hablar irresponsablemente por la “estabilidad laboral”, que simplemente es un tema por ahora “antieconómico”, si se trata de verlo desde un punto netamente economicista. Es que no es necesario adoptar un régimen laboral que garantice la estabilidad laboral. Sí es posible diseñar un régimen laboral que contenga todos los beneficios sociales, remuneraciones a la par de los nombrados, promociones y ascensos y todos los beneficios sociales, pero sin estabilidad laboral, salvo sea requerido por la institución ó empresa, privada ó pública. Es decir, es posible que Alan garcía cumpla por lo menos el 50% de lo prometido en materia laboral.
Recordemos que Alan García en su anterior gobierno, apoyó la estabilidad laboral, pero a costa del no pago de la deuda externa, la misma que se acrecentó en 20% entre 1985 y 1988 (de US$ 13.753 millones a US$ 16.493 millones), por incumplir los pagos.
Recordemos que otra de las promesas incumplidas es el programa “Projoven” (lanzado con bombos y platillos por la congresista Luciana León), que teóricamente es un programa muy interesante de capacitación laboral para jóvenes y que tiene la ventaja de permitir una primera inserción al mundo del trabajo y, a la vez, dinamizar el mercado de capacitación, a través del establecimiento de estándares de calidad para las entidades capacitadoras y por medio del fomento de la interacción entre éstas y las empresas. Pero en la práctica, “Projoven” tiene una cobertura muy limitada. La poca atención que se ha otorgado a este tipo de programas evidencia que el problema central en este caso no es el financiamiento sino la voluntad política. Luciana León utilizó la necesidad y expectativas de nuestra juventud, para mejorar su alicaída popularidad y encumbrarse como representante nata de los jóvenes peruanos que aún ven muy difícil el acceso a oportunidades dentro del mercado laboral. Maniobras que vemos en muchos otorongos, perdón, congresistas hoy en día.
Y es que no podemos llamarlo de otra forma, sino informalidad laboral, que en nuestro querido Perú llega a 55%, cifra extremadamente alta incluso para estándares latinoamericanos. Luego del aumento observado entre 1993 y 1997, la recesión que se inició en 1998 generó una caída de casi 6% en el empleo formal.
En consecuencia estamos frente a un problema estructural del empleo que es independiente de la recesión de fines de los años noventa. Es insuficiente salir de la recesión; se requiere crecer a tasas elevadas y de manera sostenida. Por lo que resulta indispensable generar las condiciones necesarias para que la inversión crezca, lo que redundará en mayores tasas de crecimiento y de empleo. Para que aumente la tasa de inversión se necesita, en primer lugar, mantener la estabilidad macroeconómica. En segundo lugar, establecer un marco jurídico e institucional estable que garantice los derechos de propiedad, la estabilidad de las reglas y que en general, reduzca los costos de hacer negocios.
No se debe dejar de introducir reformas en el mercado de capitales que faciliten el flujo de capitales, provenientes del ahorro interno y externo a los inversionistas, lo que abaratará ostensiblemente el costo del crédito y de los fondos de capital y aumentará el acceso a ellos. Son propuestas que permitirán un crecimiento sostenido de la producción nacional y del empleo. La política económica debe apuntar a satisfacer una legítima aspiración de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto, con remuneraciones acordes con el costo de vida. Debería estudiarse de manera cuidadosa el diseño de algún esquema de subsidios o de exenciones tributarias a la inversión en capacitación por parte de las empresas. Esto es un aspecto de política económica.
El debilitamiento del movimiento sindical puede atribuirse también a que éste es identificado únicamente como un mecanismo para incrementar los beneficios de corto plazo de los trabajadores. No existe una concepción moderna de movimiento sindical que tenga como objetivo negociar e impulsar mejoras ligadas a la productividad o que demande una mayor inversión de las empresas en capacitación y entrenamiento ocupacional.
Recordemos que otra de las promesas groseras e incumplidas es el programa “Projoven” (lanzado con bombos y platillos por la congresista Luciana León), que teóricamente es un programa muy interesante de capacitación laboral para jóvenes que tiene la ventaja de permitir una primera inserción al mundo del trabajo y, a la vez, dinamizar el mercado de capacitación, a través del establecimiento de estándares de calidad para las entidades capacitadoras y por medio del fomento de la interacción entre éstas y las empresas. Pero en la práctica, “Projoven” tiene una cobertura muy limitada. La poca atención que se ha otorgado a este tipo de programas evidencia que el problema central en este caso no es el financiamiento sino la voluntad política. Luciana Ponce utilizó la necesidad y expectativas de nuestra juventud, para mejorar su alicaída popularidad y encumbrarse como representante nata de los jóvenes peruanos que aún ven muy difícil el acceso a oportunidades dentro del mercado laboral. Maniobras que vemos en muchos otorongos, perdón, congresistas hoy en día.
A casi un año de la culminación del presente gobierno, es poco lo que se pueda esperar como voluntad política por mejorar las condiciones del trabajador. Queda pues un interesante tema de debate y punto en la agenda del próximo gobierno para lograr lo que el fujimorato quitó al trabajador, el toledismo mantuvo como regla en su gobierno y Alan García agudizó los males contra el trabajador peruano, con los recortes de beneficios sociales.
Me despido con un abrazo fraterno a todos los trabajadores que con dignidad y dedicación dieron, dan y seguirán ofreciendo su valiosa fuerza de trabajo, aún a pesar de la indiferencia e indolencia de los gobiernos de turno.